Destino XI
(uber -expl -subt)
Esta historia esta totalmente de acuerdo con el subtexto...Así mismo esta basada en una historia de amor entre personas de un mismo sexo...Si no toleras una idea así del amor, o tienes menos de 18 años...Mejor quemso-spacerun: yes"> no leas...Seguro que no te gustara lo que encuentres en ella..
Esta parte de Destino esta dedicada a alguien muy especial en mi vida ...a esa persona que me apoya cada día y hace que mi destino sea ni mas ni menos que mi propia felicidad. Mi ídem
Por Jul e Ingrid, entre los innumerables amigos a los que me gustaría agradecer y nombrar aquí, pero supongo que ya sabéis quienes sois...nada mas y nada menos que todos aquellos que con su apoyo...y como no...paciencia ( por la magnitud que esta adquiriendo )...hacen que aun sigan los ánimos de seguirla adelante. Gracias a todos
DESTINO (11ª parte)
El avión atravesaba el cielo sobrevolando tierras americanas, cuando los ojos de Joan se abrieron al sentir como el hombre sentado a su lado se acomodaba en su asiento para un inminente aterrizaje.
Mientras se ajustaba el viejo cinturón alrededor de su cintura se acerco a la ventanilla, desde donde observó la tierra que en breve estaría bajo sus pies. Todo lo que su vista alcanzaba a ver era del todo diferente al paisaje exótico y casi salvaje de la India.
En su mente la imagen de Wen en aquel aeropuerto y más dentro aun, pese a todo el brillo de aquellos ojos azules que la habían despedido con una de esas intensas miradas que en sólo ella había visto jamás.
Sus ojos se cerraron con el recuerdo de todo los momentos vividos en esos últimos años, mientras en su propio estomago podía sentir el movimiento de bajada del aeroplano que ya se preparaba para tomar la pista.
WEN
En su cabaña se ocupaba en su obligación de siempre, la de reponer los medicamentos de sus estanterías. En el silencio característico del lugar en la tarde, sólo los sonidos lejanos de la selva, los estrepitosos gritos de algún mono o el ladrido de algún perro que merodeaba las calles de la aldea, eran los únicos ruidos de fondo a sus pensamientos absortos en algún lugar lejos de allí.
En ese primer día sin la presencia de Joan podía notar la ausencia por encima de su comprensión. No era la primera vez que pasaba un día sin verla, sin embargo la lejanía y cierto sentimiento de culpa de no estar a su lado, le hacía sentir que el que no estuviera presente se hiciera notar con mayor intensidad. Era casi como si todo lo que le rodeara, a pesar de ser la misma aldea, las mismas gentes, fueran del todo diferente...La extrañaba tanto...
Soltando el microscopio y limpiando los restos de barro de sus manos de aquellas raíces que trataba de estudiar, salió de la cabaña. Al cerrar la puerta tras de si se quedo mirando la tarde haciendo un cálculo mental de que posiblemente a aquellas horas Joan habría llegado a su destino, Philadelphia.
Tobir desde el río podía ver la silueta de la mujer en el descansillo de su cabaña, como con sus brazos cruzados y mirando a algún punto en el vacío delante suyo, se tomaba su tiempo pretendiendo hacer una pausa en su trabajo.
El anciano sonrió mientras terminaba de lavar las frutas en el agua del río antes de volverlas a colocar de nuevo en el recipiente de madera. No dejando de sonreír mientras terminaba a su labor.
Los azules e intensos ojos de Wen recorrían despacio el paisaje delante suyo. Las nubes espesas en el cielo daban fiel bienvenida a las primeras lluvias que de seguro esa misma tarde comenzarían a caer. Las aguas del río oscurecidas por la falta del brillo del sol en sus aguas, daban al ambiente cierto sentimiento de frío a pesar de la humedad que inundaba el aire y los olores embriagantes de la vegetación de la selva que cercana a las medianías de la aldea se hacia más intenso y embriagador.
Al otro lado de su cabaña, la de Joan, que allí solitaria y vacíamso-spacerun: yes"> acusaba aun más la lejanía a la que esta se encontraba a esa misma hora... en el otro lado del mundo.
Con la mirada perdida en las aguas, imágenes de Joan llenaban su mente. La vez en que aquel disparo la había herido, la imagen de esta cayendo por la puerta del jeep momentos después de este...como si el dolor se empeñara en regresar la imagen, pasaba como con una lentitud dolorosa y cruel, luegomso-spacerun: yes"> visiones de su sonrisa en medio de las cálidas hogueras de las celebraciones de la aldea.
Ese recuerdo rompió con el dolor de sus ojos y respondió con una sonrisa que no podía evitar a pesar de ser sólo una visión. Y allí se quedo acompañada de sus recuerdos....
JOAN
Mientras el avión en Philadelphia había tomado tierra hacía una horas ya, el taxi paraba delante de la puerta de la casa mientras una despistada Joan, absorta en las calles y en los cambios de la ciudad, salía de sus pensamientos para tomar sentido de la realidad.
-Ya estamos señorita -dijo el hombre nada mas frenar y mirando aun hacia adelante mientras se tomaba tiempo para desconectar el motor.
-Si...-sonrió Joan desviando su atención desde el cristal hacia el hombre que con su espeso bigote la observaba a través del espejo retrovisor.
En el momento en que el ruido del motor del coche paró la puerta delantera se abrió y el robusto hombre salió camino a la parte trasera con intención de abrir la puerta a su pasajero, pero mientras rodeaba el coche Joan ya estaba saliendo de él. Así el hombre extrañado de la acción inusual de los habituales pasajeros, prosiguió su camino rumbo a la parte trasera del vehículo para sacar el equipaje.
Joan se quedo parada mientras colgaba en su hombro su viejo bolso de viaje con sus ojos mirando la fachada de la que siempre había sido su casa...pero nunca su hogar.
Después de un respetable momento, en que el hombre bajo su equipaje del vehículo, Joan retorno su atención hacia él, acercándose luego a la puerta y buscando las llaves en su bolso. Momentos después ya pasaba por el umbral de la puerta.
Soltó las llaves en la pequeña mesa del recibidor y en una silla cercana soltó su bolso. Respiro el aire de aquel lugar, que hacía un año no había sido aireado ni abierto. Cargado de ese olor característico entre polvo y humedad...a deshabitado. Miro a su alrededor, antes de acercarse a abrir las ventanas y corriendo las cortinas dejo que la luz inundara el espacio de aquel salón.
Todos sus pensamientos se colaron a la India y a su cabaña. Aquel habitáculo parecía doblar la superficie de aquella cabaña por entero.
Respiró sonoramente ante el recuerdo y dejó que su mirada expresara lo tanto que extrañaba aquella tierra donde había aprendido a ver la vida nada mas llegar de Philadelphia. Realmente esa ciudad ya no era su ciudad, ni aquella casa su hogar.
A la vez que ese sentimiento la inundaba otro...Wen . Allí la había dejado, y sintiendo las punzadas en su estomago al retornar al de Robert...Adorando cada recuerdo de ella y a la vez resignándose a otros donde evidenciaba que debía hacer algo al respecto.
Este viaje podría ser una manera de aceptar lo evidente...o quizás lo mejor sería quedarse aquí para siempre.
El ruido de las pisadas del hombre por el hall la apartó de sus pensamientos y se giró para encontrárselo en el umbral de la puerta de entrada del habitáculo.
-Creo que tiene mucho trabajo aquí señorita- dijo el hombre mirando a su alrededor.
-Así es- respondió la mujer espirando sonoramente en señal de resignación y con una leve sonrisa, mientras se acercaba al hombre pidiéndole que dejara la maleta allí mismo y le acompañaba para darle lo que le debía por el viaje.
El hombre mientras curioseaba con la mirada el lugar, hasta que Joan logró encontrar al fin unos dólares arrugados en el bolsillo delantero de su desgastado y polvoriento bolso.
-Espere señorita, enseguida vuelvo- dijo el hombre al aceptar el billete de su mano y apresurándose para salir, en busca del cambio.
Joan simplemente lo observó, realmente había olvidado ese estrés típico de cada ciudad de esa parte del continente. Muy despacio se acerco a la puerta que el hombre había dejado abierta y desde allí...
-Quédese con el cambio...dijo de forma que el hombre la escuchó, con medio cuerpo dentro del vehículo.
El hombre asintió con su mano y con una sonrisa complacida y se sentó al volante, desde donde antes de arrancar el vehículo saludo con su mano alzada a la mujer que aun estaba en la puerta.
Tras bajar su mano de aquel saludo al único personaje con el que había entablado conversación nada mas llegar a Philadelphia, cerró la puerta. Avanzó por el corredor acercándose a su maleta y comenzó a subir las escaleras rumbo a su dormitorio.
WEN
Ya era bien entrada la tarde en la aldea. Las aves de la selva circundante regresaban a sus nidos haciendo como siempre en su migrar el sonido característico del batir de sus alas y estrepitosos cantos
El cielo con su característico color rosado de los típicos atardeceres de otoño en la zona, pintaba el cielo de franjas bien comparables a los colores dormidos del arco iris. Las aguas mansas del río reflejaban en sus ondas espectros disfrazados de los reflejos de ese cielo en él. Ante la cabaña de Wen el perro descansaba dejándose llevar, en perfecta armonía con la paz e inactividad de las calles cercanas. Sin embargo apenas unas cabañas mas al centro de la aldea, una pila de maderas amenazaba sin duda que esa noche algunos de los aldeanos se disponían a celebrar algunos de sus rituales.
-¡¡Que suerte la mía!!-replico mientras sus ojos azules se afinaban en buscar mas de los restos desperdigados.
-¡¡auch!!-grito mientras unos de lo vidrios se clavaba en una de la yemas de sus dedos. De pronto la sangre comenzó a brotar y levantando su ceja mas por la idea de tener que acabar la tarea que por la idea de la herida en si, se incorporó y caminó rumbo a la vasija de agua que siempre descansaba en un lado de la cabaña. Se lavó la herida mientras veía la sangre enturbiar el agua del recipiente. Un recuerdo invadió su mente, fugaz pero real... aquella vez cuando se lavaba las manos y Joan caía presa de las altas fiebres que infectaron su herida. Aquella vez que casi había perdido su vida. Recordó el semblante de la mujer, sus ojos verdes cerrados, su expresión siempre sonriente perdida en medio de la palidez y la inexpresividad de su cuerpo inerte sostenido en brazos de Tobir.
Aunque el recuerdo de la imagen llegó hasta ahí, sus sentimientos se fueron a ese lugar donde sintió la pobreza de haber vivido de cerca la perdida de ella. Su temor y el presagio de perderla.
-¡Debo de ser imbécil!- se dijo entre dientes, mientras se secaba la herida y buscaba en su mesa, dentro de una pequeña caja de madera una especie de venda de algodón.
Comenzó a vendarse el dedo al tiempo que se acercaba a la ventana, esperando encontrar algo que llamara su atención, que le desviara el pensamiento que durante todo el día la había asaltado... Joan.
Mirando hacia el exterior y ayudándose con sus dientes ajustó el pequeño vendaje que temporalmente le serviría de protección y ayuda para que la herida dejara de sangrar.
En los alrededores no parecía haber ninguna pertenencia de ella. Solo su pluma descansaba abandonada en un rincón de la mesa. Se adentro cerrando la puerta tras de si, pero no sin antes que el perro pudiera entrar. El animal viendo como la mujer se acercaba al escritorio y se quedaba observando aquel objeto se reposó junto a la cama .
Wen se volteó enérgicamente y se dirigió hacia la puerta. Y salió de allí absorta en un pensamiento, uno solo... unos hermosos ojos verdes que ansiaba mirar.
La puerta se cerró tras de si mientras ya bajaba los pocos escalones del hall. Sólo un sonido le devolvió la mirada al presente... los ladridos del perro desde el interior de la cabaña que le dejaron una leve sonrisa al darse cuenta que lo había dejado allí.
Abrió la puerta, pero a sólo un pequeño espacio ya el animal salió desesperado del lugar caminando ligero hasta el otro lado de la calle, donde Tobir se había instalado frente al motor de su vehículo. Los ladridos del animal le devolvieron la atención a él, y tras él pudo ver a Wen que cerraba de nuevo la puerta de la cabaña. El hombre acarició la cabeza del animal perplejo aun, antes de levantar su mirada y sonreírse a si mismo con una sonrisa de esas que a Joan le sacaban de quicio, de ver a Wen en aquella acción de cerrar la puerta de aquella cabaña y acercarse a él con su paso siempre firme y decidido. La expresión de la mujer cambio al momento y se quedó con una de sus cejas arqueadas mientras reconocía en el anciano esa expresión conocedora.
Ya por entonces el hombre decidió ignorarla y se puso de nuevo con su atención en los hierros oxidados que aparecían debajo del capo de aquel coche
- Siiipp, creo que sí que le hace falta.
El viejo Tobir sonrió de nuevo con esa aura de misterio que solía rodearlo a veces. Miró la lata de aceite que descansaba junto a él y se dispuso a tomarla para medir si era suficiente para reponer.
-A estas horas ya Joan debe haber llegado a casa- dijo sin más Tobir.
Wen que ya estaba enterrada en el fondo del motor desajustando el fondo del depósito para dejar escapar el contenido del mugriento líquido, paró de golpe en su labor. La mujer se quedó pensando en esa palabra que recién había pronunciado el viejo "casa", sin saber por qué algo en su interior dio un vuelco, como si el hombre activara en ella con esa frase algo que ni siquiera ella podía descifrar. "Casa" ....su hogar....fueron los pensamientos que la siguieron... Como si pensara en ella, en su casa sin su presencia y como notar que en su aldea no podía sentir esa plenitud sin la suya. Tras de ella el viejo sonrió para si de nuevo
-¡Maldito tornillo... ahhhh!!- dijo entre dientes.
A eso el hombre ya no pudo contener su risa y dio tremendas carcajadas.
La cabeza de la mujer intento salir de allí sobresaltada por el estallido de risas y el golpe contra el capo soltó este desde donde se sujetaba para permanecer abierto.
A pesar de su risa el hombre sostuvo la caída evidente del capo, mientras la mujer se sujetaba con la mano sobre la cabeza, en la parte superior de esta.
-¿Se puede saber que te pasa?- dijo frotándose en el lugar.
-Mal día ¿eh?- respondió el hombre al ver la pequeña venda en su dedo y proseguir riendo.
Casi un gruñido salió de la boca de la dolida mujer, totalmente resignada al hombre y ofreciéndole el destornillador que sujetaba aun en su mano.
La mano libre del hombre lo tomó mientras seguía con su risa y ella partía camino de su cabaña aun con una de sus manos en la cabeza.
Entró y sin lavar sus grasientas manos se recostó en la cama, tal y como siempre solía...tirándose en ella y dejando sus azules ojos clavados en algún lugar del techo. Ya la claridad que entraba por la ventana era mínima, casi invadía de sombras el habitáculo y algún rayo anaranjado se abría paso en algún punto de la pared frente a ella.
JOAN
La maleta vacía descansaba dentro del armario. De cada percha colgaban todas esas ropas inútiles que se preguntaba mirándolas con desconcierto, cómo podía haber usado eso alguna vez y cómo, sin ir mas lejos Milcoh reiría de solo imaginarla con ellas. Pensó en la idea sonriendo a la cara del muchacho, mientras a la vez se daba cuenta que para la presentación para la cual solo faltaban dos días, tenia que salir en busca de algo apropiado, realmente lo único que había podido utilizar hubiera sido aquel vestido rojo que había dejado hecho girones en alguna parte del desierto del Sahara.
-¡Cielos! pareciera una eternidad- dijo bajo para si, mientras recordaba cierto paseo a camello tras de Wen en medio de aquellas dunas. El olor de la noche, el frío aire y el contacto cálido de la cercanía de aquella mujer... pudo sentir el roce de sus largos cabellos negros en su cara.
Levantó su mirada de nuevo al contenido del armario, mientras una vez más negaba de la posibilidad de que jamás fuera nada mas allá de ese silencio tras el cual escondía todo un mundo al que estaba convencida Wen no podía entrar. Ella misma no se lo permitiría, Wen era una persona demasiado importante para perderla si supiera que....
-Vaya Joan... mírate...ni siquiera te atreves a ponerle calificativos ni cuando piensas- se sonrió con cierto dolor en sus ojos del que sólo ella fue testigo...y caminó rumbo a la puerta dispuesta a bajar para, entre otras cosas comprobar si su teléfono funcionaba aun y poder así hacer una llamada al Sr. Buster... su editor, advirtiéndole de su llegada.
Bajó las escaleras y se acercó al polvoriento aparato que descansaba en una pequeña mesa al pie de la escalera. Lo tomó y la operadora habló de entrada, realmente haber olvidado mandar el aviso de corte, le había servido de mucha ayuda. Quizás entre los papeles que había solucionado con el Sr. Buster antes de su última partida, había quedado negociado el pago a cargo de la imprenta.
Alegrándose de ello por no tener que salir al día siguiente, sino por la idea de comprar algo para renovar su vestuario, prosiguió a darle a la operadora la conexión con su numero.
WEN
La noche se había abierto paso mientras los ojos cerrados de la morena mujer, tendida en la cama, empezaron a abrirse. Un sonido de música lejano fue lo único que fue capaz de escuchar.
Miró primero por la ventana para cerciorarse que noche ya había entrado y bostezando se acercó las manos a la cara para restregar sus ojos e intentar abrirlos del todo.
La puerta sonó al momento.
-¿Siii?, ¡pasaaa!
La cara de un Milcoh que no parecía ver nada en medio de la oscuridad asomó tras ella.
-Ahhh ¿eras tú?- dijo mientras reconocía la silueta del crío y se incorporaba para encender una lámpara cercana a su mesa de noche. De repente la luz comenzó paulatinamente a inundar el espacio.
Cuando la penumbra inundó el lugar la cara sonriente de Milcoh se hizo visible desde la puerta.
La mujer le devolvió la sonrisa con una suya.
-Si, ya voy -le dijo al muchacho.
El chico asintió sin mediar palabra, pero rompiendo en una frenética risa. De algún modo ella sabia a que había venido el chico hasta allí,mso-spacerun: yes"> pero aquella risa a pesar de que viniera de él, no era normal. Estaba por comenzar la fiesta de la entrada de época de cosechas. Era una de esas celebraciones en que los aldeanos daban de antemano gratitud a los dioses ante una evidente buena cosecha.
El muchacho, aun la sonrisa en su boca, cerró la puerta y partió rumbo a la hoguera dos calles más hacia el centro de la aldea.
Los ojos de Wen no salían aun del asombro a pesar de que en ningún momento había borrado de su cara la suya, pero aun no podía descifrar el comportamiento del chico.
Fue sólo entonces cuando notó una sombra en su nariz, cuando paso su mano por allí, vio que aun estaban en sus manos la grasa que había quedado incrustada en sus manos desde el encuentro con Tobir.
Sonrió ante la idea de como la había visto el muchacho. Miró al resto de la cama en la que estaba recostada y vio allí interminables manchas oscuras y mugrientas.
-Si Joan hubiera visto esto tremenda se habría armado- sonrió al imaginar la posible tormenta que se le hubiera venido encima de haber estado allí, pero tras un instante su sonrisa se convirtió en un resignado gesto que hablaba de todo lo que extrañaba su presencia. Respiró profundo mientras con una media sonrisa apoyaba sus codos en sus rodillas y pasaba las manos por su pelo haciéndolo para atrás, y luego recordando el tremendo error que había cometido con esa acción.
Levantándose enérgicamente del colchón fue hacia el lavadero donde aparto todas las manchas, cambio su camiseta y su camisa y salió de allí.
JOAN
Durante las horas siguientes a la llamada de teléfono a su editor, ya la casa empezaba a tener forma. Sus ropas entre el agua utilizada para retirar la suciedad aferrada a los muebles y suelo que terminaba en ese momento de fregar. No es que fuera su fuerte la limpieza, pero todo había quedado de algún modo mejor que como estaba todo en un principio, pensó mientras se sentaba en el segundo escalón de la escalera. Desde allí su pensamiento voló... Ahora mismo era la noche, la iluminación por electricidad de la casa no tenía nada que ver con las viejas candilejas de las lámparas de la aldea, ni eso, ni los ruidos de la selva. Saldría fuera y no vería el rostro afable de cualquier aldeano que pasase en medio de sus quehaceres de ultima hora, pero puntualizó sus pensamientos haciendo un cálculo que allá ahora había comenzado el atardecer y allí era ya más bien entrada la madrugada.
-No voy a dormir, estoy convencida. Y lo cierto es que mañana debo ir a varios sitios.
Y cerrando sus ojos y apoyándose en la pared su mente se fue mucho mas allá del océano, donde una vida, que era ya su vida transcurría en una rutina que recordaba y que extrañaba.
" Que estarás haciendo ahora doctora, en que peligros o demás estarás.... y yo aquí."- abrió sus ojos en este pensamiento, mirando a su alrededor y viendo los aparatosos muebles que un día fueron un preciado material para ella.
"¿Qué hay de ti Milcoh? o de ti Tobir...." -sonrió ...y cerrando sus ojos de nuevo algunos recuerdos pasando paulatinamente por su mente.
Los juegos con el pequeño Milcoh, al que casi ya había dejado allá hecho todo un hombrecillo...Tobir...con su pipa y su sonrisa misteriosa y escalofriante.....los aldeanos siempre con su sentido de hospitalidad y amabilidad...y como no.....el azul intenso y frío de los ojos de Wen.
Centrada en ella pasaron recuerdos de aquellos juegos en el río, mientras ella la atrapaba bajo si y amenazaba a Milcoh a que le hiciera cosquillas. Aquella sonrisa... su sonrisa...aun no pasaba de completar el recuerdo y otra imagen pasaba ...aquella vez que la vio la primera vez, saliendo de debajo del coche, llena de grasa y maldiciendo su suerte...- su expresión aun en sus ojos cerrados era de una leve sonrisa. Recordó cada situación de riesgo, cada desafío con la muerte que juntas habían pasado en esos años...y aquel baile junto al fuego....
Esa imagen se hizo real y viva en su mente... pasando como a cámara lenta a través de unos ojos que miraban la escena desde fuera... recorriendo los ojos a través de la hoguera desde un lado al otro, desde sus ojos verdes hasta los mas intensamente azules, desde el otro lado...movimientos simétricos....telas ondeantes a la brisa de la noche...el fuego...el silencio. El pelo negro de Wen que regresaba sobre sus mejillas en un giro... despacio, su parpadear inexistente... y se vio a si misma, sus ojos reflejando solo la imagen de ella. Podía ver dentro de sus mismos ojos el reflejo único de Wen, mientras sus movimientos obedecían a cada paso leyendo sólo en aquellos ojos.
WEN
Alrededor del fuego aun no se habían reunido sino los ancianos y los niños. Sólo un joven aviva las llamas con trozos de maderos de dimensiones casi exactas, que hacían de la hoguera una perfecta simetría como parte importante de cada ceremonia o simplemente de cada reunión.
Se acercó al fuego y no muy lejos una pequeña reunión de ancianas estaban sentadas no muy lejos de él. Cuando ya estaba a su altura dejaron de hablar para saludarla con todo el respeto que merecía de esas gentes. Toda su vida al cuidado de cada uno de los que habían vivido allí, hacían de ella la persona mas respetable del lugar. Sin embargo, y pese a ello, ella les saludo con una afable sonrisa que dejaba al descubierto el blanco perfecto de sus dientes. Se sentó y esperó a que continuaran con su diálogo.
En medio de aquellas historias de cosechas de antaño intentó hacerse partícipe de la conversación, pero las llamas de aquella hoguera terminaron dejándola aislada del resto después de tan solo unos minutos. Tras las llamas parecía ver siempre el mismo rostro sonriente, los mismos ojos verdes. No cambio su semblante, se quedo estática disfrutando de la que sabia una visión.
Ese día había sido mas de lo que podía soportar, parecía que su misma alma la llevara con o sin su permiso al lado de aquella mujer.
Le costó reconocerlo, pero en ese mismo instante se dio cuenta que decisión más estúpida había tomado al no acompañarla. Realmente los resultados de las pruebas habían sido mucho más que una vana excusa. Y empezaba a pensar que aunque así fuera, aquella persona que había partido de su lado era mucho más importante que eso. Y si no más, si al menos igual, sóo que no estaba dispuesta a sentir esa extrañeza por mas tiempo.
Tobir desde el otro lado de la hoguera ayudaba al joven, que uno tras otro había hecho duplicar el tamaño de aquellas llamas. Sus ojos la contemplaban a escondidas, sintiendo desde su experimentada mirada cada sentimiento de aquella mujer.
En cierto momento la mirada perdida de Wen se encontró con los ojos del anciano, y este le dedico una pequeña sonrisa asentidora. La de Wen no se tardó en responderle mientras impetuosamente y bajo la incertidumbre de las ancianas que, de pronto pararon en sus comentarios, caminó con paso firme y decidido hacia su cabaña, como si algo hubiera quedado claro de pronto.
El viejo tiró su madero con una sonrisa a la hoguera, mientras siguió su paso con la mirada, complacido y como si en ese gesto de la mujer hubiera un espacio de su alma.
Los aldeanos que se acercaban al centro de reunión se quedaban mirándola caminar por su lado, notando como no respondía incluso a sus saludos. Justo entonces los sonidos ancestrales de los viejos instrumentos empezaron a brotar por entre algún lugar.
JOAN
El sonido de un claxon afuera la hizo abrir sus ojos y tomar conciencia de que estaba allí, en aquella escalera. Posiblemente dormida sin haberse dado cuenta, en algún momento de sus recuerdos. Lo único que tenía en la mente era aquel fuego y la mirada azul de Wen, que ahora tras despertar daba plena conciencia de la lejanía a la que se encontraba de ella.
"Ojalá no fuera tan duro recordarte, ojalá no fuera tan fuerte esto que siento aun aquí,... ojalá"...- dejó a su pensamiento detenerse ahí, porque aun el sólo recuerdo de reconocerse el tener lo que nunca podría cumplir era mucho más que doloroso.
-Dulce y amargo-dijo en un susurro, pero sólo ella pudo escucharse - dulce y amargo Wen, eso eres tú en mi vida.
Un reloj en algún lugar del salón dio las horas, y cortó su momento en cada campanada, que se hacía eco en toda la casa. Una tras otra la alejó de cada pensamiento sólo un gesto de tristeza, que jamás se había permitido tener allá, en la India, cuando al menos podía verla allí....con esa sonrisa suya, difícil , pero a la vez embriagadora.
-Cuantos kilómetros habré volado alejándome de allí, y siento haber dejado todo lo que tengo allí...mi destino...mi vida...la puerta de esta mujer que hoy soy....de ti
Separando la cabeza al fin de aquella pared, la dejo caer hacia adelante con una pequeña y extraña sonrisa, que le daba permiso a dar razón a lo que estaba no sólo pensando y sintiendo, sino que por primera vez había oído pronunciar de su propia voz. Como si su sonrisa le permitiera respirar mejor de haberlo hecho, a pesar de la evidente ilusión que eso parecía ser.
Mirando el viejo reloj de la pared, justo sobre de la mesa de la entrada, y notando el tiempo que necesitaría en esa mañana, recién comenzada, se incorporó, estirando su cuerpo y bostezando al tiempo de que subía la escalera.
Una falda oscura con una camisa blanca de botones delanteros, fue la única ropa capaz de ponerse de su antiguo vestuario. El cuello alzado en su parte trasera. Se miró en el espejo una vez más antes de decidir, como en algún momento de su vida, todo ese amasijo de telas de colores al momento de hoy solo le era útil quizás como harapos que Wen utilizaría como bien y provechosas vendas para sus curas. No obstante y mirándose de perfil esta vez, decidió que en realidad mas que verse extraña, era la única opción posible.
No habían transcurrido ni siquiera quince minutos cuando ya salía por la puerta, con uno de sus antiguos bolsos de la universidad colgado de su hombro. Tras cerrar la puerta, respiro sonoramente, mientras contempló durante unos instantes la vida de la mañana a través de su calle.
Los coches pasaban a ligera velocidad, aunque a intervalos de distancia respetables entre unos y otros.
Delante de la tiende justo frente de su puerta, una furgoneta con las puertas traseras abiertas, permanecía estacionada mientras un sujeto sacaba de su interior un tremendo taco de periódicos bien sujetos a una cuerda. Siguió con su mirada, calle abajo, donde un hombre apuraba su paso agarrado un oscuro maletín. De fondo debiera haber un silencio, como una especie de vacío que debiera encontrarse entre el sonido de los motores de aquellos coches, sin embargo , ni siquiera cuando estos dejaban de pasar podía escuchar ese sonido al que últimamente había estado muy ligada en las mañanas de la aldea.
-Las fábricas- se dijo mientras recordó que a no muchas manzanas de allí, la vieja fábrica de telas aun debiera estar en activo.
-Vaya, debo de haber agudizado mucho mi oído en este tiempo fuera- se dijo en bajo tratando de ser optimista, a la vez que notaba que nunca antes de salir de la ciudad hacia la India había sido capaz de notar ese peculiar ruido que en ese momento escuchaba con total claridad.
Sin más vacilaciones cerró la puerta tras de si, y respirando hondo, comenzó su andanza calle arriba, hacia el mismísimo centro de la ciudad, donde estaba su editorial. El camino que le esperaba hasta allí era de unas siete manzanas o así.
Pensó un instante el tomar un taxi, pero sentía realmente curiosidad por los cambios en aquel lugar desde su ausencia.
Cruzó la calle mirando a ambos lados de la carretera, pero hubiera dado parte de su vida por un café. A pesar de haber salido de casa, allí evidentemente no había nada comestible, así que miro a los variados comercios que habían a lo largo de la calle, pero ninguno parecía estar abierto aun. Solo un repartidor de periódicos, con su furgoneta aparcada a unos pocos metros de ella, era la única prueba de trabajo por la zona. En la otra acera una mujer con un niño impecablemente uniformado caminaban. El niño la miró mientras esta le dedicaba una sonrisa, que pasó totalmente desapercibida a la mujer, que pareciera tener la mente posiblemente en momentos después de dejar al peque en el colegio.
La sonrisa del pequeño se hizo cómplice de ella al momento. Era lo único amable que había encontrado desde su regreso.
Mirando al niño aun sintió que tropezaba con algo. Inmediatamente miró hacia delante y una malhumorada cara apareció ante ella. El repartidor de periódicos, un hombre delgado con pintas de no haber dormido nada en esa noche, sus ojos un poco maltrechos y una barba de días, la miró mas bien inexpresivo.
-Buenos días y..perdone -dijo mientras intentaba sonreírle al hecho de su despiste y el tropiezo.
-Buenos días.....-respondió el hombre y sonó mas a un reproche mientras sin mas, se encaminaba derecho a una puerta justo delante de su furgoneta.
Encogiendo sus hombros a la basta actuación del hombre retomó el camino delante, sonriéndose a si misma con solo pensar que si eso se hubiera dado en la aldea, ya el tropiezo se hubiera convertido en una gran charla, de la que seguramente tendría que haber buscado estrategias para finalizar.
-Mi vida por un café -dijo bajo mientras aun no había encontrado un local abierto donde poder procurárselo.
De repente pareció recordar algo y se paró en seco. Se giró y comenzó su camino hasta la furgoneta que había dejado atrás no hacia mucho.
Cuando llegó a su altura miró a través del cristal que el lugar donde aquel individuo había entrado con el lote de periódicos era un viejo cafetín, donde antes de marchar a la India solía tomar algún que otro café, si es que Don, no venia por ella. En cuyo caso, siempre desayunaban de camino a la universidad en un lujoso café de las medianías de la plaza central.
Sin mas abrió la puerta y un sonido de campanillas se oyó nada mas hacerlo. Dentro sólo un maduro hombre con pelo cano y fuerte anatomía parecía charlar con aquel tipo contra el cual había tropezado momentos antes.
Unas mesas pequeñas y redondas llenaban el espacio y un intenso olor a café lo llenaba todo. Mesas y sillas de madera, pero a diferencia de lo que había visto los últimos años, estaban perfectamente barnizadas y las estructuras mucho más talladas.
Tomó asiento en una mesa junto a una pared, mientras espero paciente que el hombre del bar terminara lo que parecía una discusión con el repartidor.
-Te dije que si volvías a llegar tarde no volvería a dejarte nada.
-Lo siento Sr. Gilt, realmente no fue culpa mía sino de la edición. Las ultimas noticias sobre la alianza detuvieron la impresión hasta ultima hora.
El otro sujeto, termino de secar uno de los vasos que descansaba sobre el mostrador, bien delineados y pareció no hacer caso a su respuesta, sin embargo el otro hombre le miraba expectante.
-Siempre excusas....bahhh....intenta llegar mas temprano la próxima vez.
-No se preocupe Sr. Gilt, no volverá a suceder - respondió con alivio el mas joven, y dando una palmada en el mostrador salió de allí, colocándose su gorra antes de salir.
Joan pudo escuchar el sonido del motor de la furgoneta delante de la puerta y vio a través del cristal, como arrancaba de allí a una predecible prisa a razón del ímpetu del arranque.
-Señorita...¿que desea tomar?
Joan se giró y vio al hombre canoso y medianamente corpulento ante ella, mirándola y esperando una respuesta.
-Ahh ..si..Buenos días.
-Buenos días señorita- el hombre pareció empezar de nuevo con ella.
-Un café por favor - pidió con un pequeño gesto en su cara que parecía una sonrisa.
-Enseguida- Respondió el hombre al tiempo de que inmediatamente se giró y se encaminó hacia la barra.
Joan sólo le observó en su ida y luego retornó su mirada de nuevo hacia el exterior a través de los cristales.
Sin darse cuenta su mente se fue hacia lo inevitable. No solo observaba, sino que todo giraba en comparar cada instante con la aldea.
"A estas horas allá, casi todos los lugareños habrían partido rumbo a sus ocupaciones, pero aquí, aun las calles parecían estar dormidas. La ciudad parecía estar dormida, excepto por los semblantes serios y adormilados de los que conducían los escasos coches que acertaban a pasar por la calle" - pensó.
Apoyando sus codos y sus antebrazos sobre de la mesa, y apoyándose en ellos, con los ojos perdidos fuera aun, se descubrió a si misma escuchando interiormente, el sonido familiar del río a su paso ante la aldea, el sonido del viento de la mañana y el característico eco que salía desde la espesa vegetación que la rodeaba al contacto de las ramas más altas de las copas de losmso-spacerun: yes"> centenarios árboles. Escuchó el graznido de las aves que en esas horas en que el sol despuntaba, despertaban y partían en viaje migratorio hasta el otro lado del río, atravesando la aldea y dejando tras de si el eco de su paso.
Esa cotidiana acción repetitiva en casi toda la época del año, excepto cuando el monzón regresaba, entonces las aves migraban hacia el otro lado del país, hacia el sur. Pero mientras, ese sonido era el que había utilizado como la señal de que el nuevo día había comenzado, y tras eso, casi siempre se levantaba.
Casi siempre, si no había sido el caso en que hubiera pasado la noche en el albergue de Neiry o en alguna parte del país, sin haber dormido en base blanda durante días, dado ese caso dormían, Wen y ella, hasta bien entrada la tarde.
Su mente en cada recuerdo vivido y la absoluta sensación de que todo aquello habían hecho de ella lo que era en ese momento. Quizás la misma para cualquiera pero sabia que no era así, se había traído de la India mucho más de lo que jamás podía haber imaginado.
-Su café señorita - la voz del hombre de pie ya a su lado rompió sus pensamientos.
-Oh si, perdone- reacciono con una pequeña sonrisa y apartando sus brazos de la mesa, dejando el espacio delante suyo libre para su café. - Gracias -dijo cuando el hombre lo situó ante ella.
El aroma de aquel café, era mucho mas fuerte que el que acostumbraba a beber en aquella remota aldea, del aquel remoto país, que ahora sentía mas lejos que nunca. Miro el negro líquido y sonrió pudiendo disfrutar de su sabor, antes de probarlo. Y si sabia como el aroma amenazaba, realmente lo iba a disfrutar mucho.
-Perdone señorita, pero ¿ no la he visto yo antes por aquí?
Joan le miró extrañada. El hombre seguía aun a su lado.
-¿Perdón? - dijo con la intención de que repitiera lo dicho porque realmente no le había entendido bien.
-Su cara...no se...me es familiar - replico el hombre mirándola , como intentando sacar de cuando o donde su cara le era no le era del todo extraña.
-Bueno, hasta hace unos años viví en el otro lado de la calle. -respondió mientras vertía una cucharada de azúcar en su taza.
-¡¡Claroo!!!- exclamo el hombre - ya decía que la conocía de algo, la recuerdo señorita. Pero bueno, esta usted muy cambiada.
-¿Sii?- respondió la rubia mujer, un poco extrañada por el comentario del hombre, pero más que por la idea que estuviera cambiada, por el hecho que ese sujeto la recordara hasta esos extremos sin ella haberlo visto en toda su vida.
-Perdone mi atrevimiento señorita, pero es que jamás se me olvida una cara. Disculpe mi curiosidad.
-No, si no importa- respondió con su característico gesto afable y divertido Joan - siéntese por favor- le pidió al hombre.- En realidad, regresé ayer de un largo viaje y no he tenido muchas posibilidades aun de charlar con alguien. Mi nombre es Joan...Joan O,Neil - y le extendió la mano mientras en hombre tomaba asiento justo frente a ella. En la acción la tomó y se la acerco levemente a sus labios sin llegar hasta ellos realmente.
Joan se sorprendió un poco de esa acción, hacía mucho tiempo que nadie le daba ese tipo de saludos bien característicos de esta ciudad, donde parece que se va a hacer lo que nunca se hace. Esa acción debiera ser un beso leve en el revés de su mano, pero la comodidad y el paso del tiempo lo había dejado en un simple acercamiento a solo un palmo de la boca del otro.
-Encantado señorita O´Neil.....mi nombre es Bult....Néstor Bult.
-Pues encantada igualmente Sr. Bult...y buena memoria.
-No, por favor, llámeme Néstor. - suplico el hombre con una sonrisa.
-Sólo si usted me llama Joan - replico inmediatamente a su comentario.
El hombre asintió con su mirada a la petición de la chica, que con sus hermosos ojos verdes le dedicaba una sonrisa, mientras movía su cuchara entro de la taza, con ese característico ruido de ella contra las paredes de la porcelana.
-Me ha dicho que ha viajado en estos años....ahh viajarrrr- la mirada del hombre se perdió en su mente- esa siempre ha sido mi gran ilusión. No imagina cuantas historias de viajes he escuchado tras ese mostrador -dijo mirando hacia el lugar.
-¿Y sería mucha indiscreción preguntarle por donde ha ido? -continuo diciendo tras una pausa y mirando a la chica que ya probaba su primer e irremediable sorbo de café.
-Mmm....si...He estado en la India..entre otros muchos lugares.
-La India - dijo el hombre con expresión de fascinación en su rostro.
-Si, estos tres años allá pueden cambiar a cualquiera - rió la mujer.
-No por favor, ni crea que lo del cambio que he notado venga por ahí, solo es que no parece la misma chica apurada y siempre inquieta que pasaba casi corriendo por delante de aquí.
Los ojos de Joan se mostraron inquietos por el comentario del hombre, pero aun así mantuvo su sonrisa.
En ese momento un viejo reloj, en medio de las botellas detrás de la barra y justo al lado de un viejo molinillo de café, daba las campanadas.
-Vaya..creo que se me hace tarde -inquirió la mujer con un ultimo sorbo de café que dejaba la taza vacía.
-Si señorita, ya en breve este lugar se llenara de gentes, ya sabe los que van de paso rumbo al trabajo. Son las mismas caras de siempre, la misma rutina de siempre. -y levantándose prosiguió- ha sido todo un placer poder haber charlado con usted.
-El placer ha sido todo mío-le sonrió mientras buscaba algún dinero de su bolso.
-No ...no por favor...esta vez invito yo.
-Muchas gracias...-dijo con cierto agradecimiento en su mirada al gesto del hombre, que ya se levantaba de la silla y colgando en su hombro el paño que llevaba en las manos.
-Sólo espero que regrese pronto por aquí. -termino de decir mientras ya estaba de espaldas cerca del mostrador.
Como si de un presagio se tratara, en ese momento un hombre maduro, canoso y de avanzada edad, cruzaba el umbral del lugar, una campanilla sonó cuando la puerta se abrió.
Ya por entonces Joan tenia su bolso en su hombro y se empezaba a encaminar hacia la puerta.
-Hasta pronto - dijo al hombre tras la barra que ya preparaba un café al que aun no terminaba de entrar.
El hombre solo sonrió y bajo sus párpados en señal de despedida.
-Buenos días - dijo al cruzarse en el camino del otro que recién entraba.
-Buenos días - dijo secamente.
Y siguió su camino hacia la puerta.
En la calle en la media hora que había transcurrido dentro de aquel cafetín, ya había mas actividad, como si de repente alguien hubiera tocado un silbato y todos se activaran a la misma hora y de igual modo todos tuvieran el tiempo necesario para encaminarse a sus trabajos.
Más coches transitaban por las carreteras y muchos mas peatones circundaban por las aceras.
El aire cálido de aquel barman había quedado atrás, al ver las frías y somnolientas caras de los viandantes, pero ella misma tenia que llegar donde la editorial. Había quedado con el Sr. Buster a las nueve y ya, según las campanadas del reloj del café, ya serian algunos minutos pasados de la hora.
-Prisas ..prisas...prisasss....- se dijo entre dientes mientras retomaba de nuevo su andar rumbo al centro de la ciudad. - Había olvidado lo terriblemente mecánico que puede ser la vida aquí...-se dijo mientras movía su cabeza de un lado al otro, a la vez pensando si tuviera que habituarse de nuevo a ello.
-Wen...de verdad que no te culpo, yo misma si hubiera tenido opción me habría quedado también....-continuo hablando para si , justo cuando una señora mayor y elegantemente vestida pasaba por su lado y escuchando su dialogo se la quedó mirando extrañamente.
Al sentirse descubierta le sonrió y siguió su camino. Atrás la mujer aun la seguía con la mirada, y en la de Joan ya cuando su cara no podía ser descubierta, se le dibujo una tremenda sonrisa en pensar sólo un instante que impresión le había dado a aquella mujer.
-Bah, una mujer con un sombrero así, no debiera preocuparse por alguien que hable sola ...como yo.- y sonrió mas pronunciadamente al pensar un instante en que habría dicho Milcoh, Tobir o la misma Wen de tal cosa .
Sus pasos, después de eso, cogieron mas ímpetu y sin mas vacilaciones retomó su camino, mientras hacía nota mental del lugar y donde se ubicaba.
WEN
El sonido de la música hasta bien entrada la noche llenaba todos los rincones de la aldea. En la cabaña sólo su bolso sobre la cama y unas manos que desde detrás de las puertas abiertas del armario arrojaba unas y otras piezas de ropas sobre del colchón.
-Sé que soy una estúpida, debí haberme ido desde un principio con ella. Y ahora aquí estoy, sólo espero llegar a tiempo para el evento. -se dijo mientras se acercaba con unas camisetas en la mano hacia el bolso.
-¿A quien quieres engañar Wen?...te vas porque sencillamente la echas de menos.
"Nada es igual después de que te has marchado. No debí dejarte ir sola, sobre todo porque mis razones eran las más estúpidas y egoístas, tú me has seguido a lugares mucho peores en los que incluso podías dejarte la vida. Ya sé que no lo hacías por mi, sino porque has descubierto esa prioridad en tu vida, la de ver en los ojos de estas gentes que necesitan ayuda esa piedad y que lo menos que podemos darles es siempre bien recibido por ellos. Realmente que queda ya de esamso-spacerun: yes"> mujer que torpemente llego a la India con ansias de reconocimiento, te has dejado a ti misma en el camino y has crecido ante mis ojos.
Sé lo que vales Joan, sé que eres mucho mas de lo que los demás pueden ver cuando te miró a los ojos. Esos ojos que son capaces de calmar a cualquiera en el peor de los casos y de hacerte perder en esa mirada en el mejor de ellos.
Yo y mi sublime estupidez de rechazar ese mundo del que viniste, que creo que ya no es el tuyo. Debí de acompañarte sin dudarlo cuando me lo pediste, porque ahora tu ausencia me trae esta inquietud de salir fuera, a la calle, o de mirar a la cabaña, y todo el aire esta lleno de esa sonrisa que nos dejaste aquí. Necesito verte, decirte que ya no puedo luchar con esto, que tu presencia me devuelve algo que había perdido en medio de tanta miseria, y que me recobro aun más evidentemente en tu ausencia a mi misma. Aunque parezca imposible de creer, tu...pequeña periodista has logrado que por primera vez necesite esto para mi, te necesito y le das algo a mi vida que no tengo palabras para describir y que ni siquiera puedo analizar con este empeño mío de buscar respuestas a todo. No tengo respuestas, pero tampoco preguntas, sé que te tengo a ti...Quizás no tenga el valor suficiente para contarte esto, pero sí debo encontrarlo para ir a tu lado, como tu has hecho por mi....muchas veces." - y unos golpes en la puerta cortaron sus pensamientos.
Arrojó las piezas de ropa que tenia en la mano acertándo a introducirlas en el bolso abierto y se encamino hacia la puerta con una media sonrisa en la boca, imaginando que era Tobir o Milcoh que venían es su busca para el resto de la fiesta. Sonreía imaginando la sorpresa que se llevarían al decirles la noticia de que se iría a Philadelphia. Pero su cara cambio de una expresión a otra muy distinta, de extrañeza, cuando al tirar de la puerta se encontró con la cara de Arial.
-Hola Wen.
-¿ Arial?....¿sucede algo?.
-Es Adam y algunos otros del albergue. No es que sea grave, pero están algo enfermos del estomago, lo más probable es que haya sido algo que hayan ingerido, pero quería que me procuraras algo con lo que poder ayudarles, porque ningún remedio local ha surtido efecto y ya no nos queda ninguna de las medicinas que nos dejaste la ultima vez.
-Bien....pasa dentro. Enseguida nos iremos.
El hombre se adentró en la cabaña y Wen se encaminó decidida por su camisa, que descansaba sobre de una silla al lado del armario. Mientras se la colocaba sobre de su camiseta ya caminaba en busca de su bolso de medicinas. Arial, en cambio echaba un vistazo a la habitación haciendo especial hincapié en el bolso aun abierto sobre de la cama.
-Parece que preparabas para viajar ...¿cierto?.
-Si, así es. -respondió sin mirarlo, solo leyendo en las etiquetas de su estantería lo necesario para llevar hasta el albergue.
-Mira Wen, en realidad no es necesario que vayas hasta allá. Solo dame algo que pueda darles y de seguro ya mañana estarán como nuevos.
-No Arial, iré y echare un vistazo. Todo podrá esperar.
No había transcurrido una hora y ya Wen se encaminaba a su coche. Arial ya había tomado el camino.
Tobir acudía de camino a la cabaña cuando la vio introducirse en él.
-¿ Que pasa Wen?
-No es nada Tobir, en la mañana estaré de regreso, no es nada grave, pero quiero echar un vistazo.
-Bien...espera un momento que te acompañare.
-No, de ningún modo, no hace falta, sigue ahí y discúlpame ante todos.
-Pero.....
-Volveré pronto.-dijo interrumpiendo su frase mientras ya ponía el coche en movimiento.
No habían transcurrido unos minutos cuando ya había alcanzado a Arial. Su siempre desenfrenada forma de conducir, había acabado acortando curvas y subiendo la cuesta hacia la carretera principal a un ritmo que no había dado lugar a esquivar los continuos baches de esta.
Miro a su lado en un inminente acto de extrañeza. Era la primera salida desde la ida de Joan, curiosamente nadie había requerido de sus atenciones desde que se marchó. Aunque eso no le resultó extraño en absoluto, era después del monzón cuando solían caer continuos casos de enfermedades y demás.
En el asiento de al lado, faltaba Joan, quizás protestando por su forma despiadada de conducir, quizás su semblante concentrado mientras hacia recuento de las medicinas que se habían traído, o simplemente adelantando con predicciones acerca de lo que podía haber pasado en el albergue para ese mal que en esos momentos afectaba a muchos allí, entre ellos su gran amigo Adam.
Acelero el vehículo, mirando hacia el camino mientras tomó más velocidad, esto sólo iba a ser un contratiempo en su decisión de unírsele en cerca de un día, que cálculaba que tardaría en tomar el vuelo hacia Philadelphia y llegar hasta allá. Acelerando y con un sonido de claxon adelantó a Arial, quien al ver la prisa de la mujer, aceleró el suyo estrechando las distancias.
La oscuridad de la noche sin luna, hubiera dejado ver cada estrella si no hubiese sido por la densa humedad que se respiraba en la madrugada. Sólo oscuridad y sombras a los lados de la carretera, los troncos de los árboles a ambas orillas pasaban casi desapercibidos, difuminados en medio del reflejo de las luces y la densa neblina que se hacía mas latente al efecto de estas.
Ni las lechuzas gigantescas que volaron alertadas por los sonidos de los motores, casi estrellándose contra los vehículos, hicieron desistir en velocidad y empeño a los dos vehículos que atravesaban la selva alta de la montaña.
Al transcurrir hora y media de camino, ambos coches ya entraban en el valle donde el albergue estaba ubicado.
...................................................................................................................................
Tobir, desde la partida de Wen, se había vuelto a unir a los aldeanos en el sencillo, pero siempre lleno de hospitalidad y calidez de sus fiestas. Absorto en los comentarios de los ancianos del lugar, que esta vez basaban los comentarios acerca de las cosechas lo habían dejado tan ocupado que no se había percatado en ningún momento, en que en la cabaña de Wen, la luz de su lámpara había quedado prendida. Aprovechando un momento en que todos parecían estar ocupados en tomar el caliente y aromático té, se acerco a ella. No tardo en vermso-spacerun: yes"> sobre de la cama el bolso y el tremendo desorden que había a su alrededor. Por un instante dudó en que pensar, no era posible que estuviera preparando uno de sus viajes, siempre le habría informado de ello, ni tampoco que viajara a Nagpur, nunca unas pruebas podrían estar preparadas en tan corto espacio de tiempo. Sin duda el viaje que pensaba hacer estaba mas allá de todo comentario, y con una sonrisa abierta en su cara, se dio cuenta rindiéndose al fin a la idea de que Wen estaba preparando ir a Philadelphia. Su sonrisa, de la que sólo él fue testigo, traía consigo ese vertiginoso misterio del que solo él era capaz. Como si los pasos de Wen no fueran del todo una novedad para él. Como si realmente el destino de aquellas mujeres fuera algo que no le costaba mucho entender.
Manteniendo la sonrisa, se acerco a la lámpara que descansaba en la mesa y en medio de la oscuridad, salió fuera donde de nuevo volvió a unirse al resto de la reunión.
..................................................................................................................................
Los vehículos aparcados delante de la estancia principal del albergue. Arial y Wen caminaban y sus pasos se hacían eco a través del comedor que atravesaban para llegar hasta la cocina, donde esperaban encontrar a Adam.
-Wen, no debiste de venir hasta aquí.-inquirió el hombre nada mas verla aparecer por la puerta mientras parecía cocinar algo delante de los fogones.
-Tonterías- replicó a su comentario dejando la bolsa sobre la mesa - ¿como te encuentras? - proseguí acercándose a él.
-Bien, son los niños los que me preocupan. Temo que deshidraten o algo así. No han comido nada en todo el día, además de que no han parado de vomitar desde este mediodía.
-Bueno, empecemos por el principio. ¿qué han comido?
-Pescado. Creo que fue eso lo que nos ha hecho tanto daño. Esta mañana, algunos de los niños y yo salimos de pesca. No dudamos de cocinar allí algunos de los pescados que habíamos conseguido pescar.
-Aha - respondió la mujer mientras delante suyo se intentaba recoger sus pelos más cercanos a la cara en una pequeña cola detrás.
-Pues que al regresar, ya todos podíamos sentir molestias que han ido creciendo a través de las horas. Sólo ahora parecen que los críos ya estuvieran mejor. De hecho ahora todos duermen.
-No creo que haya sido el pescado. -respondió convencida la mujer ahora con sus manos en la cintura ante él.
-¿A no?
-Nop
-A ver si acierto...pescaron...luego buscaron las ramas alrededor de la orilla...¿cierto?
-Así es, pero ¿qué tiene eso de extraño?
-Nada...sólo que en medio de ellas y debido a la humedad inminente de esta época, sumado a que posiblemente algunas de las ramas estuvieran flotando en el río...eso amigo mío las mantenía aun verdes. Lo que ha pasado es simplemente que se han intoxicado con la sabia de las ramas, que contenía el mismo humo que rodeó su comida. -dijo esto último girándose y yendo hasta su bolso, pretendiendo sacar algunos de los frascos que traía consigo.
-¿y? - la cara de Adam estaba entre la preocupación de la gravedad de las palabras de la mujer, en yuxtaposición con su tono sarcástico y casi libre de ella.
- Y nada -sonrió sin mirarle- Por fortuna en esta zona del valle no hay sabias de esas de " prepárate amigo que...."- y se volteo a mirarle.
El hombre permanecía parado mientras la miraba con total preocupación.
Wen le tranquilizo, mostrando sus hermosos dientes blancos, en una sonrisa. Sus ojos azules dejaron de tornarse de fríos a cálidos adornados con su sonrisa.
-Ahh -solo acertó a decir Adam.
Tras una pausa donde el hombre sostuvo la sonrisa de la mujer.
-¿Dónde esta Joan?
-Sí, ella esta en Philadelphia.
-Vaya..y....buenooo...no sabia que se había marchado. -y se acerco para echar un vistazo a los frascos que recién depositaba la mujer sobre la mesa. - Me alegro por ella. Es una mujer de gran talento, estoy convencido de que no tardara en hacerse notar en su profesión. Solo lamento no habernos despedido. Realmente la extrañare.
El gesto de Wen cambio por completo en ese instante, cuando levantó la cabeza de su mirada al fondo de su bolso, su habitual mirada fría y la piel tensa que bien hacia notar esa extrema seriedad y estoicismo de la que era capaz sus gestos. Dando un golpe con el ultimo de los frascos.
-Volverá....solo se fue allá por un asunto de importancia.
No quiso que su voz sonara contundente, pero fue evidente que en la mirada de Adam frente a ella, no lo había logrado. El hombre miró a Arial que estaba recostado en la vieja cama en el fondo de aquella estancia y que a su vez sólo se ocupaba de mirar la escena.
-Mira Adam, quiero que prepares unas infusiones esta misma noche y cuando las dejes enfriar durante unos diez minutos con el contenido de las hierbas aun dentro se las des a tomar a todos lo que se encuentren mal. - dijo cambiando un poco el tono de su voz - mañana estarán todos como si nada hubiera pasado.- prosiguió introduciendo uno de los frascos que supuestamente no iban a ser necesarios.
-Bien...así se hará -el hombre asintió a sus ordenes dejando pasar ese arranque suyo ante el cual no tenia respuesta , pero que su amistad y respeto hacia aquella mujer le hizo olvidar al instante.
-Todo estará bien ...¿eh?. Ahora debo irme- dijo mientras cerraba el cierre de su viejo bolso.
-Quédate hasta mañana
-No, hay algo que debo hacer amigo -dijo mientras se lo colgaba en su hombro-Tú solo cuídate y cuida de los niños, pronto nos veremos.-y colocando su mano en el hombro de Adam, dedicándole una forzada sonrisa a ambos hombres, salió del lugar.
El coche se puso en marcha y arranco del lugar dejando tremenda polvareda tras de si. A pesar del frío aire de la madrugada abrió su ventanilla y dejo que el aire denso llenara el espacio interior del vehículo.
Su pelo alborotado por el viento y su mirada atenta al camino.
Realmente no había pensado en la mínima posibilidad de que Joan hubiera decidido tras este viaje quedarse allí, en Philadelphia. Y las palabras de Adam, habían logrado tocar algo que allí, agarrada fuertemente al volante, intentaba de encajar.
En su mente el rostro de Joan de los últimos días tomaron forma. Realmente sabía que algo le sucedía y no quería bajo ningún pretexto llegar a pensar que quizás debiera tratarse de que estuviera trabajando la idea de regresar definitivamente a su país.
El cielo ya empezaba a cambiar su tonalidad, y entre la penumbra de la noche, el día tímidamente empezaba a aparecer desde en medio de las densas nubes que impedían que entrara la luz, sino por algún hueco en medio de ellas. Y ni aun así, la luz podía hacerse notar, sino como un pequeño tono gris claro en medio de la neblina que lo cubría todo. Kilómetro tras kilómetro, su mete viajó hasta Nagpur, donde había notado cierto cambio evidente y casi tristeza en la sonrisa de Joan.
-No...no puede ser..me lo había dicho. - dijo entre dientes mientras se convencía de que si algo así le hubiera estado pasando por la mentemso-spacerun: yes"> estaba segura de que se lo había nombrado.
-No, sé que volverás..tienes que hacerlo.
Sus palabras mas que sonar egoístas, sonaron como una suplica hecha a la mañana que entraba a hurtadillas, abriéndose paso y dejando a la bruma a sólo unos metros del suelo como una caricia de mañana. Los primeros rayos del sol ya comenzaban a limpiar el aire, sólo la humedad almacenada en la tierra latía en forma de un manto semitransparente a unos palmos del suelo.
En media hora mas estaría ya en la aldea.
JOAN
La prisa por no llagar tarde a su cita con el Sr. Buster, no había logrado de ningún modo que esa curiosidad innata le hubiera hecho perder algunos minutos mirando algún que otro escaparate. Ahora a sólo unos metros de la editorial estaba parada ante un gran ventanal, donde un maniquí portaba un vestido que miraba extrañada.
-No se como alguien puede ponerse tal cosa. - dijo pasa si, moviendo la cabeza de un lado al otro mientras trataba de encontrar sentido al aparatoso vestido. - En fin.
El reloj de la torre de la catedral de la plaza, hacia sonar la campanada, que ya recalcaba la media hora de retraso que llevaba de tardanza a su cita.
Caminó los metros que le faltaba y como no pudiéndolo evitar se quedo mirando el escaparate de la entrada a la editorial. Allí se quedo mirando como gran parte de él lo ocupaba su libro. En una esquina del cristal se anunciaba en una especie de póster la presentación de la siguiente edición, mientras que al pie, en la base, algunos de los libros estaban expuestos.
-¡Ja!- dijo sorprendida, mientras trataba de ocultar su emoción ante la visión, pero justo en ese momento vio como desde dentro alguien se esmeraba por llamar su atención haciendo señas con sus manos.
Se encamino a abrir la puerta y vio como el Sr. Buster se encaminaba hasta ella con una gran sonrisa.
-Joan , creí que se había perdido, ya estaba preocupado por usted.
-Perdone Sr. Buster, usted entenderá que ha sido mucho tiempo fuera y hay mucho que...
-Nada de explicaciones...pase por favor, hay muchas cosas de las que quiero hablarle.
Joan solo le dedico una sonrisa y siguió al hombre, el cual por cierto parecía el mismo exceptuando algunas canas mas en su cabello y porque usaba unas ropas un poco más elegantes que la primera vez que lo había visitado. Caminaron por en medio de las maquinas y se quedo de nuevo en ese olor a imprenta que desde un primer día le había impresionado de ese lugar. Mientras, delante suyo, el hombre aun le preguntaba, intentando no darle la espalda mientras andaba.
-¿Que tal el viaje?
-Muy bien, en realidad es uno de los mejores que he tenido - dijo mientras recalcaba mentalmente en cuantos y variados medios de transportes había utilizado en ese tiempo.
-Estupendo. Pase por favor - dijo mientras abría la puerta y la invitaba a entrar dentro.
Una vez Joan tomo asiento, el hombre rodeó la mesa hasta el otro lado.
-Le aseguro que ya estaba preocupado, dudaba si había conseguido tomar el vuelo. Veo que la doctora no le acompañó.
-Así es...ella está muy ocupada. Ya sabe....-dijo esto último con un inminente recuerdo al resultado de las pruebas que tenían pendientes aun, pero a la vez un amargo recuerdo de Robert, el tema siempre e inevitablemente traía consigo.
-Es una lástima, en verdad hubiera sido la sensación que la hubiera acompañado, pero le aseguro que su presencia hará de esta edición, que está por salir, la consagre definitivamente dentro del mundo de su profesión. No sabes cuantas cartas recibimos diariamente, desde que corrió la voz que al fin esta usted aquí, sé que acudirán a la presentación los personajes más destacados tanto del mundo periodístico como del de la medicina. - dijo mientras abría uno de los cajones de su escritorio y sacó de el varias cartas que le ofreció para que ojeara.
Se trataba de centros de investigación especializados en medicinas alternativas a la vez que de ofertas de varias editoriales. Así como felicitaciones de muchos personajes, según el Sr. Buster, destacados en la ciudad.
Las manos de Joan sujetaban el lote de cartas mientras intentaba prestar atención a las palabras del hombre, que no paraba de elogiar el éxito que su trabajo había tenido.
El Sr. Buster hizo que un joven empleado les trajera unos cafés y desde allí, intentaron ultimar detalles para el día siguiente. Como lo que el mismo hombre catalogó como su gran día pero Joan mas que preocuparse de eso se quedo mirando la tremenda sonrisa del joven que apenas contaba con unos 16 años de edad, que la había mirado con cierto entusiasmo. Como si ella se tratare de una celebridad o así.
Sonriendo a aquella sonrisa que le ponía delante un café, asentía a todo lo que el Sr. Buster trataba de explicarle.
Durante una hora escucho cada detalle, el nivel de ventas y demás. Pero haciendo imposible el darle mas datos en una primera cita amablemente el hombre insistió que esa noche cenara con él, para seguir con el tema.
-De acuerdo, me parece bien, pero siendo así, será mejor que ahora me marche porque hay algo que debo hacer urgentemente, renovar mi vestuario..entre otras cosas.
-Claro, por supuesto.-dijo acompañándola hasta la puerta de salida.
-Ah...y hay algo que quiero mostrarle, pero esta noche hablaremos de ello.
En el camino hacia la salida, Joan volvió a disfrutar del olor de la tinta , del papel recién impreso, realmente no es que el tema de el Sr. Buster no fuera interesante, pero hubiera preferido permanecer en aquella parte de la editorial un poco mas de tiempo.
WEN
El coche paraba en mitad del espacio que separaba la vía de las cabañas. Ya entraba entro del habitáculo y soltaba su bolso encima de la mesa. Su primera acción fue ir a donde el agua para lavar su cara y apartar sus ojos el aturdimiento de casi toda la noche al volante.
En el camino la necesidad de acudir allá había incrementado con las palabras que Adam había dicho.
Así que seguramente detrás de un café y de advertir a Tobir de su decisión ya estaría en marcha hacia el aeropuerto.
Su impetuosa entrada y sus pensamientos no habían dado una oportunidad a mirar a su alrededor. Si lo hubiera hecho así habría notado que toda la ropa que había dejado botada por los alrededores estaba ya dentro de su bolso bajo el umbral, junto a la puerta.
Realmente no le extraño esto en absoluto, mas bien y a pesar suyo una pequeña sonrisa se dibujo en su cara, mientras una vez mas agradecía en silencio la actitud de Tobir hacia ella. El anciano debió de entrar y al ver todo así, se ocupó de poner todo en su lugar.
Cambio su ropa, mientras ponía en el fuego un poco de agua a hervir para un café. Aun sin abotonar su camisa se lo tomo, mientras miraba la estantería y se cercioraba que de que todo lo necesario para una urgencia estaba allí, al alcance de cualquiera. Tobir se haría cargo de todo en su ausencia.
Transcurridos unos minutos ya salía por la puerta. Enérgicamente y con su paso firme, se acerco a la puerta de la cabaña de Tobir.
Toco sin vacilar, sabiendo de antemano que el anciano a esa hora siempre estaba despierto.
-Pasa Wen.
-Tobir. Quería decirte que...
-¿Ya nos vamos?- dijo el viejo mientras terminaba de cerrar un viejo bolso.
-¿A donde crees que vas?
-A Philadelphia contigo.
-¿que vas a ....que?
-Aha...
-Pero....y...¿como?- exclamo queriendo hacer miles de preguntas a la vez.
-Nada...he hablado con Bermal. El se hará cargo de cualquier imprevisto.
-Tobirrrrr
-¿Nos vamos?-termino por decir mientras tomaba por las asas su bolso y caminaba delante de ella camino a fuera.
Atrás se quedaba la mujer, con su ceja alzada pero tras un momento en que reconocía una vez mas que era imposible llevar la contraria al hombre se encaminó a salir fuera.
Para entonces ya el viejo no solo había metido su bolso en el jeep sino que había sacado el de ella y se acercaba al coche con él en su mano.
Wen no medió palabra, sólo se introdujo en el asiento del conductor y puso el motor en marcha.
-¿Qué..te vas a quedar ahí para siempre? - dijo al viejo que aun no se introducía dentro.
-Espera. - y acercando sus dedos a la boca dio un silbido.
La frente de Wen terminó contra el volante cuando de la esquina de una cabaña apareció Milcoh con una mochila a su espalda.
-No, no ...nooo...esto no me esta pasando a mi. - dijo entre dientes con la cabeza aun enterrada en el volante.
-Buenos días Wen- dijo el muchacho mientras se introducía en el asiento trasero y por un lado le daba un beso en la mejilla.
Cuando levantó la cabeza de allí, solo vio dos caras sonrientes ante su ceja alzada cómicamente.
-¿ Nos vamos..o nos quedaremos aquí para siempre?- dijo el muchacho apoyado en los dos asientos delanteros y su cara en medio de ambos con una sonrisa que llenaba gran parte de su cara.
Fue justo en esas palabras cuando la sonrisa de Tobir se volvió una sonora risa a carcajadas, mientras Wen resoplando con una fingida actitud de resignación, ponía emprendía la marcha.
-No sé que voy a hacer con ustedes -dijo ya empezando a sucumbir con una leve sonrisa al tremendo ruido de la risa de aquellos dos en el espacio del vehículo.
Continuara...