DISCLAIMERS:  LOS PERSONAJES DE CECILIA Y MICHELLE SON ¡¡¡¡MIOSSS!!!! JAJA AHHHH COMO ME LIBERA DECIR ESO JAJA, PERO BUENO NO PUEDO NEGAR QUE ESTAN BASADOS EN MIS CHICAS FAVORITAS

DEDICATORIA: Esta historia esta super dedicada a mi Amiga Cecilia por tener grandiosos sueños y un MUY bonito nombre que por lo menos a mí si me suena a guerrera. Y como no, también esta DEDICADISIMO a Persefone por ser una GRAN amiga y soportarme horas de plática, contarme la quinta, ayudarme en horas de desgracia, preguntarme si está bien que me platique cosas fuertes y sobre todo por ser ella, (* paola * rogue, rogueee, disculpa que te interrumpa pero ¿que no son la misma?, * rogue * claro que no, pero que reloka hasta yo sé eso, * paola * bueno, si tú lo dices...)

QUIERO AGRADECER DE MANERA MUY ESPECIAL A GLECCY POR SER MI PRIMERA EDITORA Y A CALLISTO (PATIVOLA) POR AYUDARME MUCHISIMO CON ESTE FANFIC ESCUCHANDO MIS IDEAS Y DÁNDOME SUS CONSEJOS Y OPINIONES.  POR ULTIMO QUIERO MANDARLE TODO MI CARIÑO Y MI AGRADECIMIENTO A JESS QUIEN SIEMPRE SE TOMA EL TIEMPO DE REVISAR MI FATÍDICA ORTOGRAFÍA Y PERMITE QUE LA GENTE QUE ME LEE NO SE TRAUME CON MIS ERRORES.

JEJE SI LO SÉ A COMO VOY ME VA A QUEDAR MAS GRANDE ESTA PARTE QUE EL FANFIC MISMO PERO NECESITO AGRADECERLE TAMBIÉN A JANETH POR PERMITIRME PONERLA DE MALA MALOTA AUNQUE ELLA NO SEA PARA NADA ASÍ...VEAMOS ELLA NO ES PARA NADA PERSISTENTE...BUENO ESO SÍ, PERO NO ES DECIDIDA...BUENO ESTO TAMBIÉN, BUENO PERO INTELIGENTE...CHISPAS OLVIDEN LO ANTERIOR LA MUJER SI ES ASÍ JAJA AH Y JANETH PERDÓNAME SABES QUE LO DEL TU FLACURA FUE SOLO UNA BROMA (JAJA AUNQUE SÉ QUE CUANDO LEAS ESE PEDAZO VAS A MATARME)

 

CRONICAS DE UN SUEÑO 4

Michelle llevaba ya viviendo en ese lugar un par de semanas. La casa de la juez era espaciosa y de cierta manera espectacular. El primer día que despertó estaba tan asustada que no salió del cuarto para nada. Pero poco a poco comenzó a tomar valor y a salir cuando Cecilia no estaba en casa. La chica disfrutaba en especial de una especie de biblioteca que la juez tenía en el último cuarto de la casa. Desde que la descubrió, Michelle pasaba horas embobada con la colección de títulos que llenaban los estantes. Era una manera de escapar de su confusión, de su realidad. Con ello podía tener paz y tranquilidad mental por un momento. Cuando leía todas esas historias se sentía transportada a otros mundos. Las palabras le brindaban alegría y la conducían por caminos extraños y maravillosos. Por un momento pensó en lo gratificante que debía ser poder provocar lo que ella sentía al leer esas historias. Pero se negó prontamente a la idea. Ella no tenía ese tipo de habilidades. Se conformaba con pasar los días descubriendo nuevos mundos a través de las páginas de un viejo libro. En la actualidad era anticuado tener libros como estos, en especie. Era más fácil almacenarlos en un libro portátil que pesaba y ocupaba el lugar de uno y contenía por lo menos diez. Pero Michelle encontró que disfrutaba mucho más el sentir las hojas pasar por sus dedos. Así sentía más suyas las palabras. Su estómago comenzó a gruñir de disgusto así que la joven se dirigió a la cocina y tomó agua caliente de la cafetera, le añadió un poco de azúcar y lo revolvió. Después tomó un lonche semi preparado del refrigerador y lo calentó en el horno. La joven tenía mucha hambre, lo cual no era extraño por las mañanas. En realidad no era extraño a ninguna hora. La chica se movía conocedora por toda la casa. Y pronto le dio por pensar en lo extraño de su situación. Se había habituado muy rápido a la casa, como si hubiese estado ahí desde siempre. Y mientras Cecilia no anduviera rondando por ahí se sentía casi contenta. La verdad era que la presencia de la juez le imponía y a pesar de todo el tiempo que habían estado juntas, rara vez hablaban más de un par de escuetas frases. La mujer mayor siempre parecía ausente y alejada. No era que a Michelle le importara que la juez no le prestara atención se dijo a sí misma lo que pasa es que me intriga. Le dio un sorbo al café y con disgusto comprobó que aun estaba caliente. Dejó por un momento sus pensamientos de lado y llenó un vaso más grande con hielos para luego vaciarle el café. De nuevo probo el líquido y esta vez su temperatura fue satisfactoria. Michelle sonrió un poco al recordar los escandalosos gestos de Mercedes la primera vez que la vió tomar café frió. Los líquidos calientes nunca le habían gustado mucho. Los disfrutaba de vez en cuando como los días de mucho frío. Pero en general tenía predilección por la refrescante sensación de un líquido helado a través de su garganta. Y bueno adoraba el café y vivía esperando con ansia el día en que alguien inventara el café instantáneo frío.

Cuando el lonche estuvo por fin caliente tomó su desayuno y se dirigió a la biblioteca de nuevo. Estaba atrapada por una novela antigua llamada Destino. Desde que había comenzado a leerla se había sentido zambullida en el estilo narrativo de la autora. Le hubiera gustado vivir en ese tiempo, en ese lugar lleno de misterio y emoción. Lo que ella hubiera dado por haber podido protagonizar alguna de esas aventuras. Pero no, su vida estaba rodeada de aburrimiento. Por un momento se preguntó qué clase de persona podría escribir algo como eso. El libro estaba firmado alguien llamado Genix un nombre nada común penso Michelle al tiempo que deseaba haberle conocido. Seguro que fue alguien espectacular. Por las marcas especiales en el libro sabía que era una lectura restringida. Algo que el régimen había considerado "exaltaba ideales confusos a la población" eso le añadía un toque especial de misterio. Michelle se concentró en las palabras una vez más, en apenas unos segundos se olvidó del mundo entero.

El ceño de Alberto se frunció al notar que por tercera vez en el día Cecilia estaba perdida en su mente. La chica era del tipo introvertido pero algo raro le estaba pasando. El niño se preocupó por su amiga, no podía evitarlo

"y luego las ranas se murieron y el tipo con alas de murciélago...¡Cecilia!, a ver si me pones más atención"

"UH" reaccionó la juez "Lo lamento Alberto" dijo al tiempo que ponía cara de inocencia. " es sólo que tengo un par de cosas que hacer en casa y no veo la hora de irme" El niño reacciono sorprendido ante la respuesta.

"¿Quieres que crea que TÚ doña no-puedo-estar-sin-trabajar quiere irse a casa?" Dijo el pequeño acentuando sus palabras con gestos exagerados y el movimiento de sus manos. "Creo que ese golpe en la cabeza te afecto más de lo que todos pensamos"

"Puede ser que sí" contestó Cecilia al tiempo que sonreía.

Alberto notó que la juez no diría más, así que cambió la conversación. "Dime ¿has tenido más problemas con la juez Andrade?"

"No, al parecer se olvidó por completo de mi existencia"

"¿Tú crees?"

Cecilia exhaló con indiferencia "No lo sé, pero mientras no este estorbándome todo esta bien"

Alberto seguía con interés cada palabra y gesto de la juez. Desde el día del accidente sentía que algo había cambiado. Era como si Cecilia pensara cada una de sus palabras antes de pronunciarla. Como si estuviera escondiéndole algo. El niño barajo la posibilidad de que la juez hubiese tenido que ver con lo sucedido aquella noche. Pero nada tenía sentido. Si ella hubiese sido parte del complot ¿para qué golpearla? Cecilia no necesitaba nada más de lo que ya poseía. Era exitosa, carismática, y no tardaría mucho en llegar al primer nivel. En cinco o seis años estaría lo más arriba que se puede estar. No tenía caso echarlo todo a perder. El niño se avergonzó de sí mismo por dudar así de su mejor amiga. Ella era de convicciones reacias, no tenía dudas como él. Que muy en el fondo lamentaba la muerte de la joven rubia no por la perdida de información sino por que le había tomado simpatía. Tal vez algo más. La cabeza comenzó a dolerle y pensó en tomarse la tarde libre, después de todo Cecilia iba a hacerlo. Podrían ir a dar un paseo juntos o ver una película en casa.

"Cecilia ¿tienes planes para la tarde?"

"Si, creo que voy a darle una vuelta a mis muebles y a dormir veinte horas seguidas, necesito descanso"

O por supuesto puedo quedarme en mi casita...

 "Creo que también me iré a mi casa, con suerte y por fin acabo ese juego de vídeo que compre hace seis meses"

"En tal caso apurémonos a terminar esto"

"Un cargo extra a que termino primero" retó Alberto

"Dos cargos a que te gano por media hora" contesto Cecilia

"Es un trato" y ambos volvieron sonrientes al trabajo.

Mercedes y Laila tomaron asiento en el privado que habían reservado unas horas antes. Siempre que alguna de las dos tenía un problema iban ahí y charlaban hasta encontrar o una solución o por lo menos desahogo. Esta vez fue Laila quien le pidió a su amiga encontrarse Mercedes es la persona más confiable del mundo pensó Laila puedes decirle cualquier cosa y siempre te escucha. Era ese tipo de persona que parecía imán para las confidencias. Simplemente es muy fácil desahogarte con ella y tener la seguridad de conseguir un buen consejo aunado a comprensión y apoyo. El mesero llegó con dos tazas de café y Laila dió un sorbo a la suya mientras pensaba que de las diez últimas veces que habían ido, diez habían sido por ella. Y es que cuando se trataba de tener problemas Mercedes parecía inmune. Nunca le escucharías decir que necesitaba ayuda o que se siente mal. Laila en el fondo deseaba ser aunque fuera un poquito más como ella. Pero simplemente no podía, ella tenía que comentar sus problemas en voz alta. Por eso le impresionó tanto el verla llorar el día que supieron de la muerte de Michelle. El ver derrumbarse las paredes en las que Mercedes escondía sus miedos y debilidades le provocó una extraña mezcla de sentimientos. Por un lado una enorme ola del mismo alivió que le provocaba a Mercedes llorar. Por otro la incertidumbre de lo que vendría luego. De la manera en que su amiga afrontaría el después de su derrumbe emocional. Pero Mercedes volvió a construir sus paredes y a olvidar el momento a tal grado que Laila llegó a pensar en haberlo soñado. Quizá su dolor la había hecho delirar. Sus recuerdos de ese día estaban nublados por sus sentimientos. El piloto automático no le había funcionado bien.

"Laila, disculpa que interrumpa tu interesado escrutinio del bordado de las cortinas del salón pero el café se nos esta enfriando"

Laila intento sonreírle a su amiga pero su estado de ánimo solo le permitió una mueca algo agria.

"Perdón, estoy tomando ánimos para empezar, tú disfruta que sabes que cuando comienzo ya no puedo pararme"

Mercedes sonrió para sus adentros porque sabía que era cierto. Su amiga hablaría, reflexionaría y saldría con los ojos rojos u paz interior. Bueno, por lo menos con el mejor consejo que ella pudiera darle.

"Vamos niña" dijo mientras le guiñaba un ojo, "¿qué te sucede?"

Esta es mi entrada Pensó la joven mientras arreglaba un mechón de su largo cabello que le había caído a la cara. "¡Dioses no sé como empezar IDEM" Mercedes se preocupo un poco más al escuchar el podo con que ambas se identificaban en sus años de adolescencia. Haciendo un recuento rápido remembró la última vez que había oído ese Idem y se acabo de preocupar...fue cuando Laila le confesó que se había unido al régimen.

"Sucede que...No sé idem" añadió la joven sin saber por donde empezar. "Todo se me ha venido encima. En un momento pasé de ser una joven alocada que se une más por rebeldía que por convicción a una organización y a ser la jefa de esta. Con todas las malditas responsabilidades que esto conlleva"

"¿No estas segura de querer seguir en la organización?" Preguntó Mercedes poniéndose en esa modalidad objetiva que siempre utilizaba cuando escuchaba a alguien.

"¡NO!" Contestó la chica un tanto desesperada "No es eso, sé que entré por las razones equivocadas, pero ahora tengo la seguridad de estar en lo correcto. Es sólo que la transición ha sido un tanto brutal...A veces siento que no puedo lidiar con ello"

Mercedes la escuchaba atentamente y asentía de vez en cuando, ya no como acto reflejo sino porque últimamente algo similar le ocurría a ella. Esa sensación de llegar al fondo y querer subir sólo para descubrir que se puede estar aun más abajo.

"Para colmo" continuó Laila "Todo me ha venido junto, siento que no puedo respirar. En un segundo matan a Patricia y mi mayor responsabilidad es Michelle. Luego la asesinan a ella también y tengo que sacar a flote a todo el grupo cuando no he salido yo misma y tengo mil y un presiones" La voz de la joven se quebró y sus lagrimas se liberaron cayendo al compás amargo de sus palabras. "Y todo esto me esta separando cada vez más de Selene... Ya ni si quiera me habla. No entiende que mis decisiones muchas veces no son lo que yo deseo, sino lo que ayuda más a la organización. ¡Y como chingados voy a saber que es correcto!, ¡Con un demonio solo soy humana!, solo soy..." Laila se dio un momento para controlarse y añadió "solo soy una joven cuya vida se esta destruyendo poco a poco y no tiene la oportunidad de desmoronarse porque mucha gente depende de ella"

Mercedes sintió un nudo en la garganta al ver su situación reflejada en su amiga. Por un tortuoso momento sintió la necesidad de desahogarse ella también. De reflexionar y salir con los ojos rojos. En ese momento tan importante de intimidad y apertura de su amiga hacia ella se sentía traidora a la promesa de sinceridad hecha a su compañera, a su Idem. La confusión comenzó a rondarla de nuevo pero ella decidió huir una vez más y le habló a su amiga con la voz dulce que ella misma necesitaba mientras construía el muro que resguardaba su corazón.

Cecilia detuvo el auto en la cochera de su casa y respiro hondo antes de entrar. No tenía ni la más mínima idea de cómo ayudar a Michelle. De hecho no sabía ni que hacer con ella. NO podía mantenerla toda la vida encerrada. La pobre se estaba muriendo de aburrimiento. Y toda su vida había vivido sola, no era fácil tener un duendecillo alrededor todo el tiempo. En realidad es mi culpa penso Cecilia la pobre ni ruido hace y procura ni moverse cuando estoy en casa. De cierta manera eso era lo que más la desesperaba, se había arriesgado a sacarla para devolverle la confianza, la sonrisa...y por lo menos cuando estaba con ella la chica parecía una tenue sombra de la joven valiente y apasionada que ella había conocido.

Con estas cosas en mente Cecilia bajo del carro y se introdujo rápidamente en la casa. Atravesó el pasillo principal y se dirigió a la pequeña oficina que había acondicionado. El lugar era bastante cómodo. Un cuarto decorado por completo en colores blanco y negro, que provocaban una sensación de tranquilidad que a ella le agradaba mucho. Se sentó en el amplio sillón de piel y se descalzó sintiendo de inmediato la sensación de alivio en sus cansados pies. Cecilia observo por un momento su escritorio y descubrió con agrado que la decoración quedaba muy bien. No había pensado en que quedara bonito, simplemente compro cosas que la hacían sentir cómoda y el resultado había sido bastante bueno. El único punto en contra es que la mayoría de las veces, tal como ahora se sentía tan a gusto que más que trabajar descansaba.

Reclino su sillón y lo giro un poco a la derecha. Ahí tenia un enorme ventanal desde el que podía observar un costado del jardín. La visión le saco una sonrisa. Michelle estaba enfrascada en la lectura, recostada boca abajo en el pasto. La juez se hundió en el sillón y se dedico a estudiar a la chica. A cada momento de la lectura la joven cambiaba de gesto como si estuviera viviendo el relato. Y cada determinado espació de tiempo se quitaba de la cara un mechón rubio que siempre terminaba por volver al sitio inicial.

Cecilia seguía entretenida observando a la rubita que ahora reía entusiasmada por algún detalle chistoso de la lectura. Era la primera vez desde que la había rescatado en la que la veía sonreír. Atraves de ese cristal la joven lucía diferente, exactamente como Cecilia la había imaginado. Risueña, inocente y con una sonrisa capaz de deslumbrar al mundo. O por lo menos de hacerla feliz a ella. ¿hacerla feliz? La juez frunció las cejas ante la idea. Inesperadamente Michelle dirigió su vista hacia ella atrapándola en la actividad de observarla. Sus ojos estuvieron a la misma y en la profundidad de la mirada la joven morena sintió un escalofrío de conocimiento. Como si fuera usual el mirarle... como si siempre lo hubiese hecho. Apenas se sostuvieron la mirada unos segundos, pero pareciera que el momento había sido eterno. Cecilia esbozo una sonricilla y Michelle la contesto levantando la mano a manera de saludo para luego devolver su mirada al libro. Un tanto turbada por lo extraño del momento. Cuando volvió a mirar hacia la oficina la juez ya no estaba.

La rubia clavo su mirada en las letras pero lejos de leer se pregunto que sería de ahora en delante de su vida. Se había librado de un CCS para caer en otra cárcel. Bueno, no es que fuera un mal lugar para estar encerrada, más que todo a ella le afectaba la soledad. Siempre había estado rodeada de amigos. Le hacían falta las platicas, las risas y las demostraciones de cariño. Patricia como jefa de la organización no le daba muchas concesiones, las reglas que ella seguía eran iguale de estrictas que las de los demás. Pero como madre siempre tenía un abrazo o una mirada que le hiciera sentir mejor. Seguramente por eso se había sentido tan bien al ver sonreír a la juez. No que le importara ella en sí, más bien necesitaba un gesto amable de quien fuera.

"¿Michelle?" dijo la juez que apareció cual fantasma tras de ella.

"¿Por qué no entras a la casa?, esta haciendo un poco de frío y puedes enfermarte"

Tal vez era la necesidad urgente de sentirse querida pero la rubia encontró en las palabras de la juez un tono preocupado que le resulto familiar. Así que asintió con la cabeza y camino junto a la juez hasta llegar a la casa. Sintiéndose por primera vez cómoda con la presencia de la otra...

Janeth coloco dos pesas de 20 kilos para ejercitarse. Se recosto en el aparato, afianzo las piernas y soltó las trabas permitiendo que el peso cayera sobre su cuerpo. La sensación de resistencia le encantaba. Respiro hondo y extendió las piernas impulsando el peso hacia arriba. Uno...tengo que encontrar alguna pista... mientras pensaba contraía y expandía las piernas otra vez dos...estoy segura que hay algo más detrás de este caso. Nunca antes me había fallado el sexto sentido, debe haber algo que este pasando por alto. Siete...se me esta acabando el tiempo y no encuentro nada nuevo, las cartas están sobre la mesa pero aun no les descubro sentido alguno. La cuenta de la joven llego a 15 así que trabo de nuevo el aparato y subió la medida de resistencia otros cuarenta kilos. Repitió todo el procedimiento y comenzó a contar de nuevo.

Para Janeth el hacer ejercicio le permitía un alza en la concentración. Y sí quería encontrar algo a este caso tenía que poner los cinco sentidos al máximo. ¡Y como quería desenredar este misterio! Tan solo pensar en la carrera destruida de Cecilia le provocaba satisfacción. Esa tipa era una traidora, de eso estaba segura. Y se había metido con ella de manera personal. La había humillado frente a todo el equipo de investigaciones, eso nunca se lo iba a perdonar. La cuenta llego por fin a 15 y Janeth repitió una vez más el procedimiento de agregar resistencia al aparato y colocarse en posición. Estaba orgullosa de su físico, no cualquiera levantaba 160 kilos. Mientras tanto tomaba un ritmo constante, su pensamiento voló hacía los papeles en su oficina. Pareciera que su cuerpo y mente trabajaran al mismo tiempo. Y así mientras la cuenta iba pasando un gesto conocedor iba esparciéndose por su cara. Al llegar a 30 su sonrisa ya era completa.

Cecilia miro con flojera la papelería en su escritorio y suspiro como preámbulo para iniciar el trabajo. Trato de concentrarse pero la extraña mirada que le dirigía Alberto la sacaba de quicio Se sentía muy incomoda con ella por primera vez.

"Cecilia..." Llamo Alberto "¿desde hace cuanto tiempo estas en la organización?"

Todos los sentidos de la juez se encendieron y su instinto la hizo ponerse alerta. Sin embargo su cara no mostraba diferencia alguna.

"Niño...creo que tienes calentura. ¡te hiciste otro experimento alimenticio ayer?" Contesto con la preocupación disfrazada de sonrisa burlona.

"¿sabias que tienes la manía de alzar tu ceja cuando mientes? Es apenas perceptible..." contesto el chico con voz tranquila y sin dejar de mirarle.

La juez extendió aun más su sonrisa al verse acorralada sutilmente por Alberto. La había tomado por sorpresa y eso no le gustaba. Pero la verdad era que el teatrito ya le había durado mucho. Estaba como siempre calmada. No tenía caso entrar en pánico, si jugaba bien sus cartas quizá alcanzara a prevenir a Michelle. Lo que más la molestaba era la enigmática cara de Alberto. El niño no reflejaba emoción alguna. Era como mirarse así misma al espejo, por lo menos sabía que había sido una buena maestra. Ambos se miraron por un buen rato calibrandose, sabiendo que los dos por dentro tenían un torbellino oculto bajo la fachada de sus miradas..

"Quiero que me dejes verla...quiero ayudarte"

De todas las posibles salidas al problema Cecilia no conto con esta. Se quedo ahí paralizada sin entender.

"No Alberto, ¿sabes lo que podría pasarte si te vinculan a la organización)"

"Si, lo mismo que puede pasarte a ti si la gente se entera de lo que sé"

"No puedo meterte en eso, no esta bien"

"¿Y por que esta bien entonces que tu lo hagas?, no puedes decirme eso Cecilia, yo quiero ayudar"

Cecilia sabía que se contradecía con sus palabras y sus actos pero no podía evitarlo, era su deber alejar al niño del peligro, encima mientras más gente supiera había más difícil sería ocultarlo, como siempre que las cosas empezaban a salir de su control la juez se comenzó a impacientar.

"Ya dije que no Alberto entiende.. no es como piensas"

"Creo que esa debería ser mi decisión"

"¡Pues ya decidiste que no!" Grito Cecilia por completo fuera de sí.

"No me gusta hacerte esto" contesto Alberto sin perder la calma "Pero si lo pones así, o me dejas ayudarte o te delato"

Cecilia volteó la mirada y respiro profundo, "No te atreverías..."

"Pruébame..."

La juez se levanto impotente y se dirigió a la puerta

"Te espero en el carro..."

  

SIGUIENTE...

 

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