Sentimientos.
(alt/sub/uber)
I.
Aquel prometía ser un día muy
especial (para ella ya lo era), era un día soleado y con un cielo despejado de
intensísimo color azul, Ana pensaba que ese sería el día más importante de su vida y
por ello no dejaba de sentirse un tanto nerviosa, en este día empezaría su último
semestre como estudiante de la maestría en Toxicología, era su sueño hacho realidad,
pensaba que a demás de haber terminado su carrera como Químico Farmaceútico, esa nueva
oportunidad de ser alguien más era lo mejor que hubiese podido pasarle en toda su corta
vida (tan solo contaba con 26 añitos).
Aún con un poco de nervios salió
de la cama directamente a tomar un rápido y vigorizante baño con agua casi fría, tal y
como a ella le gustaba, acto seguido tomo por desayuno tan solo un poco de cereal y café
negro bien cargado (su favorito), revisó con cuidado su bolso y salió con dirección al
instituto.
Durante el trayecto no pudo evitar
imaginarse a sí misma como una gran científica, conocida en todo el mundo por sus
descubrimientos y rió para sus adentros, pensando que ya era hora de ubicarse en la
realidad y tomar seriamente su papel como estudiante.
II.
Para Betty aquel era un día como
cualquier otro, salvo la novedad de conocer a sus nuevos alumnos, que como parte del plan
de maestría tomarían la clase de Biofarmacia con ella, Dios!! tan solo esperaba que
fueran un poco más maduros y serios que los del curso anterior, evitándole así trabajo
extra para tratar de formar un grupo uniforme, si bien creía que lo lograría pues aquel
curso solamente lo integrarían 8 alumnos, de los cuales una en particular llamó su
atención por tratarse de la única mujer en el curso y por
su currículo: Ana González
Duarte, quien había sido el mejor promedio de su generación; considerando esto, se
aventuró a pensar que probablemente se trataría de una chiquilla presumida y sabelotodo,
acostumbrada a recibir cierto tipo de consideraciones por parte de los profesores, pero
que más daba, ella se encargaría de mostrarle que pese a ser la más joven de la
academia (contaba con 34 años) no estaba dispuesta a dejar que nadie se le subiera a las
barbas.
III.
Ana arribó al instituto 15 minutos
antes de la hora de entrada a su primer clase del día, tiempo suficiente para echar una
mirada a la plantilla de profesores en activo para ese curso, consultó la papeleta de
horarios y leyó el nombre de la profesora: Beatriz Ramos Martínez,
-Bien, sólo espero que no sea la
típica viejita gruñona- pensó para sí misma,
y acto seguido se dirigió al salón
de clases.
Durante su trayecto miraba hacia
todas partes, si bien conocía las instalaciones un poco no dejaba de sorprenderse de la
arquitectura del instituto, de sus áreas verdes y de su belleza innata; trataba de
acostumbrarse de una buena vez a la vista de aquel mundo de posibilidades que se abría
ante ella.
IV.
Cuando entró en el salón no pudo
más que parpadear un poco tratando de acostumbrarse a la diferencia de luz entre exterior
y exterior, a la cual sus verdes y profundos ojos no tardaron mucho en acostumbrarse, en
ese preciso instante la vio delante suyo, era una mujer alta, morena, de figura
espectacular y con un suave cabello negro que le caía sobre la espalda, pensó que no era
lo que había imaginado al darse cuenta que se trataba de la profesora.
- Buenos días-saludó
-Buenos días- respondió la morena
volteando hacia ella
Durante
unos breves segundos su mirada se perdió en el inmenso y frío mar azul que eran los ojos
de la profesora cielos!- pensó, sonrojándose un poco al sentir la intensidad de
esos ojos sobre los suyos y sintiendo un cosquilleo interno que de momento no supo
descifrar que era.
Por su lado la profesora no pudo
menos que sorprenderse ante la calidez y profundidad de esos increíbles ojos verdes que
la miraban con algo de curiosidad, y haciendo un tremendo esfuerzo logro controlar la
inquietante sensación que provocaron en ella, y que hasta el momento le era desconocida.
-Adelante toma asiento- indico la
profesora.
-Gracias- contestó Ana.
Durante unos pocos minutos
continuaron llegando alumnos a la clase, hasta completar un total de 8, no sin algo de
sorpresa ana notó que era la única chica del grupo, hecho que por sí solo resultaba un
poco incómodo.
-Buenos días a todos- comenzó
Betty mi nombre es Beatriz Ramos Martínez y como se habrán dado cuenta seré su
profesora de Biofarmacia, espero que el curso llegue a ser de su agrado y satisfacción y
que logremos integrar un buen equipo de trabajo, para comodidad de todos deseo que me
hablen de tú, pueden llamarme Betty; y ahora quiero escuchar los nombres de cada uno de
ustedes.
-Empecemos por ti- se dirigió a la
rubita
-Buenos días mi nombre es ana
González Duarte
Y en esa forma siguieron las
presentaciones y dio inicio el curso.
V.
Al transcurrir del tiempo Ana se dio
cuenta que la relación con su maestra se estrechaba cada día un poco más, haciendo
placentero e interesante el tiempo que duraba la clase así como el tiempo extra que
debía dedicarle a la materia, sin embargo había algo que la inquietaba sobremanera, los
sentimientos que despertaba en ella Betty y que hasta el momento no había querido
reconocer, achacándolos a su condición como única mujer de su grupo los había
reprimido e interpretado como una simple amistad que se expresaba mutuamente en su calidad
de mujeres rodeadas en su mayoría por varones; si bien eso la había tranquilizado, en
esos momentos en que descubrió que se debían a una atracción física y no a simple
amistad, recordó con increíble precisión todos y cada uno de los momentos pasados a
solas con su profesora, la primera vez que sus manos se rozaron y el calor que esto
produjo en ella, la primera vez que se saludaron con un beso en la mejilla y el placer que
le produjo esa pequeña caricia, y la primera vez que coincidieron en el cine, haciendo de
ello una practica común de fin de semana; todo eso representaba para Ana un sueño
maravilloso pero a la vez desconcertante, ella ahora reconocía que se había enamorado
profundamente de Betty; pero desconocía si era correspondida, y esa incertidumbre le
aterraba, sobre todo porque temía el momento en que ya no podría callar lo que sentía
por ella y quizá lo que más le aterraba era imaginar que sería despreciada por el amor
de su vida, y ella sabía que no podría vivir con ello; así que tomó la decisión de
decírselo a la primera oportunidad que se presentara.
VI.
Sentada en su sillón favorito Betty
no dejaba de pensar en Ana, esa maravillosa chica que se había colado a su vida de
improviso, sin darle tiempo a razonar sus sentimientos hacia ella y las consecuencias que
podría traerles si se atrevía a confesarlos, era sólo en momentos como aquel, de
absoluta tranquilidad cuando Betty se aventuraba a pensar en eso, de esa forma llegó a la
conclusión de que se había enamorado, la idea le daba vueltas en la mente y ella no
sabía que decisión tomar ya que si Ana no le correspondía y la denunciaba, sería el
fin de su carrera; pero lo más inquietante era pensar en el rechazo de la chica, que sin
duda la rechazaría; por otro lado, si era correspondida (cosa que ella deseaba con toda
el alma), mantener una relación con Ana podría significar el fin de la carrera de ambas,
en caso de que fueran descubiertas, pero
decidió que lo mejor era no preocuparse por eso, al fin y al cabo sólo les quedaban dos
semanas de clases, tiempo que le parecía realmente corto, aunado a las pocas
posibilidades de que decidiera decirle lo que sentía a Ana.
VII.
Ese fin de semana, como tantos
otros, Ana se encontró con Betty en el cine, sin embargo pudo sentir como la atmósfera
se tensaba entre ambas y como evitaban mirarse a los ojos, durante la función no se
dijeron ni media palabra y al salir pudo notar que Betty estaba tanto o más incómoda que
ella.
-¿Te gustaría tomar un café?-
preguntó
-Claro!- respondió Betty- pero me
gustaría que fuésemos a mi departamento, necesito decirte algo.
- Está bien.
Abordaron un taxi y se dirigieron
hacia el departamento de la profesora.
Al entrar ana pudo notar un ambiente
tranquilo y armónico, lo cual la sorprendió y agrado bastante, ella se sentía nerviosa
e incómoda ante el hecho de encontrarse, por primera vez, absolutamente a solas con ella.
-Pasa, siéntate- dijo Betty- yo
preparo el café en seguida.
-Si gracias- respondió mirando a su
alrededor.
Mientras el agua se calentaba Betty
regresó a la sala y se quitó la chaqueta.
-¿de qué querías hablarme?-
preguntó su alumna.
La miro a los ojos y supo que ya no
podría callar más aquella verdad que la estaba consumiendo por dentro, se sentó frente
a ella en la mesita del café, y sin dejar de mirarla los ojos comenzó a explicarle todo,
la razón de sus sentimientos e incertidumbres, así como sus temores; al terminar estaba
sumamente nerviosa y agitada, bajó la vista al suelo temiendo lo peor.
Por toda respuesta el rostro de Ana
se iluminó en una gran sonrisa y le alzo la cara para poder perderse en la inmensidad de
esa mirada azul, como tanto lo había deseado, en ese momento Betty pudo ver en lo
profundo de esos ojos verdes, la respuesta que tanto había anhelado, su amor era
totalmente correspondido, los segundos se hicieron eternos y poco a poco pudo sentir como
sus labios se unían en un mágico y prolongado beso, el cual a ciencia cierta la
transporto al paraíso, y olvidándose de todo lo demás la tomó suavemente por los
hombros y la recostó en el sofá sin dejar de besarla, pudo sentir que su respiración se
hacia más pesada a medida que le besaba el cuello y con sus manos exploraba su cuerpo,
sin tener conciencia de ello, ambas se despojaron mutuamente y poco a poco de sus ropas,
con su boca empezó a explorar ese nuevo mundo desconocido hasta el momento, besó
ávidamente su cuello bajando por su garganta hasta encontrarse con sus pechos los cuales
besó y mordisqueó uno por uno haciéndola gemir y gritar de placer, con hambre infinita
siguió su recorrido hacia abajo, hasta
encontrar el centro del placer de Ana,
húmedo y tibio, sitio que hasta ese momento le había sido prohibido, con dulzura y
suavidad introdujo lentamente su lengua por aquellos húmedos rincones saboreando el sabor
propio y más íntimo de la mujer que amaba, notó como el cuerpo de su amante se tensaba
por el deseo y el placer y sintió la necesidad de hacerla gritar mediante el placer que
le proporcionaba, poco a poco llevó a Ana al punto donde ya no habría retorno, su lengua
transformó sus suaves movimientos en rápidas y certeras acometidas, haciendo que la
chica se estremeciera en un explosivo orgasmo, cuando el clímax pasó, Ana atrajo su
rostro hacia el suyo y con infinita ternura comenzó a besarla y a acariciarla de la misma
forma en que ella lo había hecho deseando hacerle sentir lo mismo que ella sintió,
haciéndola gritar de placer y descubriéndole sensaciones que hasta entonces desconocía.
Durante un rato permanecieron acostadas una junto a la otra, con la clara certeza de que así querían permanecer siempre y con todas sus dudas y temores disipados, se miraron a los ojos y en silencio se hicieron la promesa de amarse por siempre y de no permitir que nada ni nadie destruyera su amor.